martes, 30 de enero de 2007

Bastián y la Luna


Paso fugazmente por aquí.

El otro día en Xaire les repartimos a los chavales un texto precioso sobre el amor.La reunión iba del amor de pareja, y el texto era idóneo. A mi me encanta, es un texto de el libro de la Historia interminable.
Cuenta que un chico tenía miedo de que la Luna le rechazara, pues pensaba que no era digno de ella.

Muchas veces el miedo a arriesgar o a decir lo que sentimos nos paraliza, nos hace sentir inseguros. Bastián, el chico de la historia, se asombra al verse reflejado en la Luna, pues él pensaba que la Luna no le quería. Y hasta que no confiamos en nosotros y nos mostramos como somos en los demás, no podemos descubrirnos de verdad y ve ris la otra persona nos corresponde....quién sabe?
Espero que os guste

Un besote

Elenita




Bastián continuaba sentado, contemplando a la Hija de la Luna.

No hubiera podido decir si había pasado mucho tiempo o poco, cuando la Hija de la
Luna le tapó los ojos con la mano.

-¿Por qué me has hecho esperar tanto? -oyó que le preguntaba-. ¿Por qué me has
obligado a ir al Viejo de la Montaña Errante? ¿Por qué no viniste cuando te llamé?

Bastián tragó saliva.

-Porque... -pudo decir abochornado-, creí que... por muchas razones, también por
miedo... Pero en realidad me daba vergüenza, Hija de la Luna.

Ella retiró la mano y lo miró sorprendida.

-¿Vergüenza? ¿De qué?

-Bueno -titubeó Bastián-, sin duda esperabas a alguien digno de ti.

-¿Y tú? -preguntó ella-. ¿No eres digno de mí?

-Quiero decir -tartamudeó Bastián, notando que enrojecía-, quiero decir alguien valiente
y fuerte y bien parecido... un príncipe o algo así... En cualquier caso, no alguien como
yo.

Había bajado la vista y oyó como ella se reía de nuevo de aquella forma suave y
cantarina.

-Ya ves -dijo él-: también ahora te ríes de mí.

Hubo un silencio muy largo, y cuando Bastián se decidió por fin a levantar los ojos, vio
que ella se había inclinado hacia él, acercándosele mucho. Tenía el rostro serio.

-Quiero enseñarte algo, Bastián -dijo-. ¡Mírame a los ojos!

Bastián lo hizo, aunque el corazón le latía y se sentía un poco mareado.

Y entonces vio en el espejo de oro de los ojos de ella, al principio pequeña aún y como
muy lejana, una figura que poco a poco se fue haciendo mayor y cada vez más clara.
Era un chico, aproximadamente de su edad, pero delgado y de maravillosa hermosura.
Tenía el porte gallardo y apuesto, y el rostro noble, delgado y varonil. Parecía un joven
príncipe oriental. Llevaba un turbante de seda azul, y también era de seda azul su casaca
bordada de plata, que le llegaba hasta las rodillas. Sus piernas estaban enfundadas en
altas botas rojas de cuero fino y flexible, cuyas puntas se curvaban hacia arriba. Sobre la
espalda le caía desde los hombros un manto que brillaba como la plata, con el alto
cuello subido. Lo más hermoso del joven eran sus manos, que parecían finas y
distinguidas pero, sin embargo, insólitamente vigorosas.

Pasmado y lleno de admiración, Bastián contempló aquella imagen. No se cansaba de
mirarla. Estaba a punto de preguntar quién era aquel hermoso hijo de rey, cuando lo
sacudió como un rayo la idea de que era él mismo.

¡Era su propia imagen, reflejada en los ojos dorados de la Hija de la Luna!

Lo que le ocurrió en ese momento resulta difícil de describir con palabras. Fue como un
éxtasis que lo sacó de sí mismo igual que un desvanecimiento, llevándolo muy lejos y,
cuando volvió a poner el pie en el suelo y hubo vuelto en sí por completo, se vio como
aquel hermoso joven cuya imagen había visto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me lo guardo como un gran tesoro.

Mil gracias, Elena.

Noe dijo...

Se trata de arriesgar, en todo. La vida es así, si no arriesgas quizá no descubras lo que te depara, ¡pero es taaaaaaaaaaaan díficil! y como siempre me quedo con la teoría...
Muchas gracias por tus palabras Elena, siempre tan llenas de consejos, siempre tan buenas.
Eres un solete, ¿te lo había dicho alguna vez?.
Mil besos,

carlos dijo...

Me encanta este libro!!

Y la verdad es que no recordaba este pasaje...
No sé cómo lo haces pero siempre pones palabras que me llegan directas al corazón en el momento que necesito escucharlas.

Muchas gracias!!

Anónimo dijo...

Gracias por este precioso texto, Elena.
¡Cuántas veces el miedo nos paraliza...! Hay que ser valiente y confiar en uno mismo...al fin y al cabo...el que no se arriesga, no gana la batalla.
Un beso.

Belén dijo...

Gracias Elenita, es muy bonito.
De paso, con este comentario te descubro mi blog...un besote